En una ciudad donde la paz entre la Port Mafia y la Agencia de Detectives había sido cuidadosamente mantenida, Chuuya y Dazai habían construido una vida juntos, marcada por desafíos y alegrías compartidas. Su hija de cuatro años, Kiyo, aportaba risas y momentos de rivalidad cómica al hogar. Sin embargo, una tarde tranquila, una visita inesperada de Kunikida interrumpió la armonía familiar, llevando a Dazai a salir con promesas de un pronto regreso. A medida que las horas pasaban y la preocupación crecía, Chuuya se enfrentaba a una inquietud que no podía ignorar, presagiando que la estabilidad que tanto valoraban estaba a punto de ser puesta a prueba.