Cuando Tzuyu escuchó que pasarían las vacaciones de invierno en el pueblo de su padre, supo que el desastre estaba asegurado. Para alguien que ama la ciudad, con su ruido constante, su café de especialidad y la promesa de conexión Wi-Fi sin interrupciones, el pueblo era un castigo divino. ¿El calor? Insufrible. ¿Los mosquitos? Aparentemente en una misión para acabar con ella. ¿Los animales? Más grandes y ruidosos de lo que jamás había imaginado. Y para colmo, estaban sus hermanos: Chaeyoung, con su dramatismo y exageraciones, y Hyunjin, el angelito que, con una sonrisa, podía desatar el caos más grande.