Ariadna era una chica ocupada, de esas que siempre tienen algo que hacer. Desde temprano en la mañana hasta altas horas de la noche, su vida giraba en torno a estudios, trabajo y compromisos sociales. Incluso los domingos, cuando la mayoría encontraba un momento para el descanso, ella seguía adelante, atrapada en su propia rutina interminable.
Pero aquella mañana, aparentemente como cualquier otra, algo cambió. Caminaba por la ciudad, sumida en sus pensamientos, cuando de repente sus ojos se cruzaron con los de un chico. Alto, de sonrisa encantadora y mirada intensa, tenía algo que la atrapó al instante. Por primera vez en mucho tiempo, Ariadna sintió que el mundo se detenía por un segundo. Embobada, se quedó allí, sin saber que en ese preciso instante estaba tomando, sin darse cuenta, la peor decisión de su vida.
Los días pasaron, luego las semanas. Lo que empezó como un encuentro casual se convirtió en algo más. Conversaciones interminables, risas compartidas, promesas hechas bajo la luz de la luna. Ariadna se entregó por completo, sin reservas, sintiendo cómo el amor florecía en su interior. Sin embargo, lo que ella veía como una historia romántica y sincera, para él no era más que un juego.
Mientras ella soñaba con un futuro juntos, él solo disfrutaba del presente sin intención de comprometerse. Para Ariadna, él se convirtió en el centro de su mundo. Para él, ella no era más que una distracción pasajera.
Y así, sin darse cuenta, Ariadna comenzó a perderse a sí misma en una historia inquietante, una historia que aún estaba por escribirse...
Inspirada en Héctor, chico de la uni que conocí en 2024.
Tal vez las segundas oportunidades son así por algo, porque quizá en ella puedes aprender muchas cosas que quizá no conocías.
Porque Layter Karls llegó como el huracán de mi corazón, aquel que pasó en algunos meses, pero que marcó el final de mi historia.
Layter miró hacia el cielo y luego me miró y siguió jugando con los dedos de mis manos.
-¿Recuerdas que habías dicho que no te gustaba la oscuridad? -cuestionó en medio susurro.
Lo miré contemplando sus hermosas pestañas.
-¿Recuerdas que te dije que ya no le temo a la oscuridad? -inquirí como repuesta.
Layter me miró y ese reflejo de la luna llena hizo que sus ojos brillaran con cierta cualidad muy propia de él.
-Lo recuerdo -fue lo que respondió-. Y sigo esperando para saber cuál es el motivo de eso -me dijo mientras dejaba de mover mis dedos y me miraba expectante.
Suspiré, mientras sonreía levemente. Aún me daba algo de vergüenza decir ese tipo de cosas.
-No le temo a la oscuridad desde que te conocí -le dije y lo miré-. Porque en estos últimos meses, Layter, has hecho lo que ningún otro ser humano ha podido hacer por mí.
Él sonrió cómplice -¿Y eso ha sido?
-Cambiar mi manera de ver las cosas -le dije.
Él sonrió otra vez ampliamente.
-Quizá no solo haya sido de mi parte, Vicky. Porque tú también has hecho algo en mí que nunca podré olvidar -me dijo, emocionado, mientras sus hermosos ojos color marrones se llenaban de lágrimas.
Admitía que todo terminaría pronto, que ese sueño acabaría, pero lo que él me dejaría sería algo aún más especial de todo lo que podría pasarme en mi minúsculo intento de seguir una vida cotidiana.
Le sostuve las mejillas y me levanté, él hizo lo mismo.
-Me has enseñado tanto, Layter Karls, nunca olvidaré estos meses -le dije mientras le daba un beso en los labios.
-No me quiero ir -me dijo mientras recostaba su frente sobre la mía y cerraba los ojos. Podía sentir l