Todos vinimos a esta vida con algún propósito. Ya sea bailar, cocinar, escribir, fotografiar, pintar o hasta incluso hablar. Absolutamente todos tenemos un talento oculto que nos caracteriza y nos da cierta esencia que nos ayuda a desconectar del mundo y nos hace sentir plenos y felices. Nos hace sentir en casa. Lo único malo es que no hay nadie que nos diga cuál es ese talento, y podemos pasar semanas, meses o años tratando de encontrarlo. Algunas personas incluso se desaniman y no se molestan en seguir buscando y experimentando. Ya sea porque no hay quien o que los motive o porque piensan que no tienen un propósito en esta vida. Bueno, eso me paso a mí. En realidad, no exactamente eso. Yo si sabía cuál era mi propósito en esta vida, yo sabía cuál era mi don. Pero a veces uno se centra tanto en otras cosas que no tiene tiempo de ocuparse de uno mismo. Estaba a punto de dejar atrás mi sueño, cuando esa motivación que necesitaba llegó a mi vida de una manera un tanto extraña. Él me confundía, pero me hacía sentir que podía con todo lo que la vida me pusiera en frente. Él me motivaba. Él me hacía sentir viva. Ambos nos ayudamos mutuamente para sacar adelante nuestros sueños. Un sueño que compartíamos, un sueño que nos hacía brillar cada vez que dábamos un paso más cerca para cumplirlo.All Rights Reserved