Leah creyó que el amor lo podía todo. Que cuando dos personas se aman, encuentran la forma de sostenerse, incluso en los días más oscuros. Pero estaba equivocada.
Cuando Samuel, el amor de su vida, le dice que para él la relación ya había terminado mucho antes de que ella lo supiera, su mundo se derrumba. Ahora, atrapada entre recuerdos que la persiguen y un vacío imposible de llenar, Leah tendrá que aprender a vivir con la ausencia de alguien que sigue existiendo, pero en un lugar donde ella ya no pertenece.
Entre cafés fríos, noches en vela y el peso de un amor que ya no está, Leah comenzará a reconstruirse. No será fácil. No cuando el amor aún arde en su piel, cuando los recuerdos son más fuertes que la realidad, cuando soltar parece imposible.
Pero la vida sigue. Y, sin que ella lo note, pequeños detalles empiezan a aparecer en su rutina: una cafetería familiar, una mesa junto a la ventana, un chico con un cuaderno en el que parece escribir el mundo entero.
Esta no es una historia de amor perfecta. Es una historia de pérdidas, de despedidas, de cicatrices que duelen. Pero también es una historia de segundas oportunidades, de aprender a respirar otra vez, de descubrir que, después de un final, siempre hay algo más esperando.
Solo hay que atreverse a mirar.