Algunas personas cargan con cicatrices que nadie ve. Algunas aprenden a ocultarlas tan bien, que el mundo nunca sospecha cuán rotas están por dentro.
Becca nunca ha creído en los finales felices. Ha pasado demasiado tiempo huyendo de su propio reflejo, atrapada en un pasado que aún la persigue.
Mason, en cambio, ha pasado su vida tratando de salvar a los demás, como si arreglar a otros pudiera redimirlo de lo que nunca pudo cambiar.
Cuando sus caminos se cruzan, no es un amor a primera vista. Es una colisión. Un choque entre dos almas heridas que se reconocen en el dolor del otro.
Se acercan, se alejan, se hieren sin querer. Porque el amor no siempre es tierno. A veces, es una batalla. A veces, es una despedida inevitable.
Y aunque se amen, tal vez amar no sea suficiente.
Tal vez algunas mariposas nacen para romperse.
O tal vez, incluso las mariposas rotas pueden aprender a volar.