Victoria no empieza el curso con ilusión. Mientras para otros el instituto es rutina, desafíos académicos o dramas amorosos, para ella es apenas un respiro entre responsabilidades que pesan más que los libros de texto. Vive entre el aula y su casa, entre los deberes de clase y los cuidados diarios de su abuela, que cada vez recuerda menos y olvida más. Pero Victoria no se queja. O al menos, ha aprendido a no hacerlo.
En el Zurbarán, todo parece seguir igual. Las paredes desgastadas, los mismos profesores repitiendo que "Bachillerato lo cambia todo", las manifestaciones espontáneas de Cova, las bromas subidas de tono en clase y esa tensión que siempre flota entre risas, miradas y palabras no dichas. Cabano, su mejor amigo de toda la vida, sigue ahí. Con su humor, su lealtad incondicional y esa forma suya de estar sin necesidad de grandes gestos. Con él, los días pesan un poco menos.
Pero este año algo se nota distinto. Las heridas emocionales están más cerca de la superficie. Los nuevos llegan con historias que todavía nadie conoce. Las pérdidas, aunque no se hablen, están presentes en cada rincón. Y los silencios pesan tanto como las palabras. Mientras las amistades se afianzan, los lazos se tensan y algunas relaciones se tambalean, Victoria descubrirá que el verdadero reto no está en los exámenes ni en lo que pasa dentro del aula, sino en sostenerse cuando todo alrededor parece desmoronarse.