Rune y Amaryllis son dos polos opuestos que jamás habrían elegido compartir el mismo espacio. Él, un espíritu caótico con la cabeza en las nubes, vive entre historias y encuadres de cine, convencido de que la vida es un guion que debe improvisarse. Ella, metódica y analítica, ve el mundo con la mirada crítica de quien busca siempre la verdad, sin adornos ni distracciones.
Sus caminos se cruzan de la manera menos esperada, en una secuencia que podría pertenecer tanto a una comedia de enredos como a un drama adolescente. Entre diálogos afilados, situaciones absurdamente cercanas y una tensión que ninguno de los dos sabe manejar, su relación avanza con el ritmo de una película en la que la dirección parece escapar de sus manos. ¿Será una historia de rivalidad interminable o un guion que los obligará a enfrentarse a lo que no quieren admitir?
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.