El viento silbaba entre las ruinas de un mundo que había olvidado la esperanza. Angus se ajustó el arco en su espalda mientras caminaba por los pasillos del circo, rodeado de luces titilantes y risas huecas. Su disfraz de bufón ocultaba la verdad: él no era un simple acróbata. Sus tatuajes, brillando débilmente bajo la lona gastada, eran un eco de algo más grande, algo que aún no comprendía.
-Angus, otra vez te ves pensativo -dijo Tigre, dándole un leve codazo.
-Solo... siento que algo va a cambiar -respondió él, sin apartar la vista de su reflejo en un espejo rajado.
Esa noche, tras la función, los tres amigos se dirigieron a su refugio habitual: el viejo salón de arcade. Juegos de otro siglo aún parpadeaban en sus pantallas polvorientas. Era su único escape de la brutal realidad. Pero apenas iniciaron una partida, Angus sintió un dolor punzante en el estómago.
-Demonios... esa comida me matará algún día -gruñó, dejando el control en manos de Cadenas y corriendo al baño.
Se apoyó contra el lavabo roto, respirando con dificultad. La comida envenenada por la guerra no era novedad, pero esta vez era distinto. Un escalofrío recorrió su cuerpo y, por un instante, el espejo no reflejó a un bufón. Reflejó a un guerrero.
El resplandor de sus tatuajes se intensificó, y el aire pareció vibrar con una energía antigua. Angus sintió cómo algo dentro de él despertaba, algo que lo llamaba desde un destino lejano.
Era solo el comienzo. Un día, su arco apuntaría más allá del circo, más allá de las ruinas.
Un día, sería un Santo.
Viserys Targaryen nació con sangre de dragones y, sin embargo, vivió su vida en el exilio. Era un príncipe con un reino perdido y un legado que se desvanecía, un bastardo inmaduro que murió de una muerte lamentable. Desafortunadamente, esa misma muerte me estaba esperando ahora... mientras me encontraba en su cuerpo justo antes de que el oro fundido me fría el cerebro.
Sí. Que le jodan a Khal Drogo y a la corona fundida.
Con los recuerdos de otra vida, en este mundo de traición y juramentos rotos, tuve la oportunidad de forjar un nuevo destino para mí. Armado con el conocimiento del futuro, mi propia astucia y [el Sistema del Dragón], tomé la decisión de huir de los bárbaros Dothraki y recuperar lo que era legítimamente mío.