La guerra que había consumido a Poniente con fuego y sangre llegaba a su fin con la muerte de la Reina Rhaenyra Targaryen, quien fue traicionada por sus aliados durante la Danza de Dragones haciendo a Aegon Targaryen Rey de los Siete Reinos.
Pero la victoria no trajo la paz en Westeros. Aegon sabía que el hijo de Rhaenyra; Aegon III, aún vivía. Y mientras un heredero negro respirara, siempre habría quienes desafiaran su gobierno.
El reino estaba roto. Las casas que alguna vez juraron lealtad a su causa comenzaban a cuestionar su poder. Entonces, Aegon tomó la decisión que creyó más sabia: en lugar de continuar con la guerra, ofrecería un símbolo de "unidad". Y aunque todos creían que esa era la verdadera razón, había un trasfondo más oscuro; Aegon Targaryen no comprometió a su hija, a su sangre, para obtener la paz del reino, comprometió a su hija para ratificar su victoria, era como un premio para el ver al enemigo en su merced.
Sin embargo aunque su mayor oponente estaba muerta, Rhaenyra Targaryen no era la única que quería al rey muerto. Sino que también su propio hermano Aemond Targaryen.