Eres Mío

No podía apartar la mirada de él. Cada movimiento, cada gesto, cada sonrisa... todo en él era una provocación, un desafío que no estaba dispuesto a ignorar. Ahora que estaba más cerca, podía ver los detalles que antes no había notado. El vestido que llevaba era negro, ceñido a su cuerpo como una segunda piel, resaltando cada curva, cada línea de su figura esbelta. Las mangas largas caían sobre sus manos, y la tela se deslizaba sobre sus piernas con cada paso que daba, dejando poco a la imaginación.

Estaba ebrio. Lo noté en la forma en que se tambaleaba ligeramente, en la forma en que sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos brillaban con un brillo vidrioso. Pero incluso en ese estado, había una elegancia en él, una gracia natural que lo hacía parecer como si estuviera en control, incluso cuando claramente no lo estaba.

-¿Te gusta lo que ves? -preguntó, imitando las palabras que había escuchado antes. Su voz era suave, pero había una chispa de burla en ella, como si supiera exactamente el efecto que tenía en mí.

Sonreí, acercándome un poco más. -Podría preguntarte lo mismo.

Él rió, un sonido ligero y melodioso que se mezcló con la música. -No necesitas preguntar. Ya lo sabes.

Era audaz. Demasiado audaz para alguien que estaba claramente fuera de sí. Pero eso solo lo hacía más interesante.

-Entonces, ¿vas a decirme tu nombre o voy a tener que adivinarlo? -pregunté, cruzando los brazos sobre mi pecho mientras lo observaba con una mirada desafiante.

Él se inclinó hacia adelante, como si estuviera compartiendo un secreto. -¿Y si te digo que prefiero que lo adivines?