héroes, dioses y un dragón

En una noche como cualquiera en Orario, la Ciudad Laberinto, el cielo se iluminó de repente como si el sol hubiera decidido alzarse antes de tiempo. Una enorme bola de fuego descendía a toda velocidad, surcando el firmamento como un meteorito a punto de colisionar contra la tierra.

Los ciudadanos observaron con asombro y temor; algunos aventureros desenvainaron sus armas, preparándose para lo peor. La ardiente esfera cayó con un estruendo ensordecedor, sacudiendo los cimientos de la ciudad y dejando un enorme cráter en su punto de impacto.

Pero su destino no fue cualquier lugar. Había aterrizado en la sede de una familia peculiar, cuyos miembros, alertados por el impacto, se pusieron en guardia. Preparados para enfrentar cualquier amenaza, al mismo tiempo protegían lo más valioso para ellos: su diosa, Freya.

Del centro del cráter, entre las brasas aún humeantes, una figura comenzó a moverse. Lentamente, de entre el polvo y el fuego, emergió un joven de cabello rosado y una bufanda escamosa. Su presencia irradiaba una sensación de poder desconocido en Orario.

¿Qué destino le esperaría a la ciudad con su llegada?