Siempre había odiado a Gyeong-su.
Desde que Cheong-san lo había traído por primera vez a su casa, con esa sonrisa despreocupada y su actitud insoportablemente confiada, Hyo-ri supo que no lo soportaría. Él no se quedaba callado, siempre tenía algo sarcástico que decir, y lo peor de todo: estaba en su vida constantemente.
Y Gyeong-su sentía lo mismo por ella.
Para él, Hyo-ri era la hermana molesta que siempre lo miraba con fastidio y que nunca dudaba en señalar sus defectos. Si por él fuera, la ignoraría por completo, pero siendo la hermana de su mejor amigo, eso era prácticamente imposible.
Se odiaban. O al menos, eso era lo que decían.
Pero cuando el mundo colapsó y los pasillos del Instituto de Hyeosan se llenaron de gritos, sangre y muerte, se encontraron luchando lado a lado. No porque quisieran, sino porque no les quedaba otra opción.
Ahora, Gyeong-su ya no veía a la fastidiosa hermana de su mejor amigo. Y Hyo-ri ya no veía al amigo irritante de su hermano.
Solo se veían el uno al otro, sobreviviendo, respirando, aferrándose a lo poco que les quedaba.
Y quizás, solo quizás, el odio que siempre habían sentido... no era odio después de todo.