Tailandia pertenece a Rebecca Patricia Armstrong. Su apellido es sinónimo de poder y miedo. A los 22 años, gobierna el submundo criminal con mano de hierro, sin compasión ni límites. Su imperio es una máquina de obediencia y violencia, y nadie se atreve a desafiarla sin pagar con su vida.
En el otro extremo, Freen Sarocha sobrevive en los barrios más pobres de Bangkok. Su vida ha sido un constante sacrificio para sostener a su madre y a su hermano mayor, quien, consumido por la adicción a las apuestas, ha llevado a su familia a la ruina. Esta vez, su deuda es impagable. Y no con cualquiera, sino con Rebecca Armstrong.
Cuando los hombres de Rebecca llegan a cobrar, su hermano, desesperado, hace lo impensable: ofrece a Freen como pago. Con frialdad, Rebecca acepta. Para ella, la joven no es más que una pieza en su juego, un simple intercambio. Sin embargo, pronto descubre que Freen no se doblega, no se arrodilla, no teme desafiarla.
Un juego peligroso se desata entre ambas. Rebecca, acostumbrada a tener el control, se enfrenta a algo desconocido: una joven que no la teme y que despierta en ella una sensación que jamás había experimentado. En un mundo donde la traición es ley y la debilidad es mortal, ¿qué pasa cuando la mujer más temida de Tailandia se enfrenta al único peligro que jamás vio venir?
Porque hay prisiones de oro... y cadenas invisibles que ni la más poderosa de las mafiosas podrá romper.
Odio. Aborrecimiento. Desprecio. Esas palabras eran las únicas que Freen y Rebecca podían usar para describir su relación, o más bien, la falta de ella.
Freen argumentaría que esto se debía a que cierta diablesa le había hecho la vida imposible durante los últimos cinco años. ¿Y por qué? ¿Por ser bisexual y no haber nacido en cuna de oro como todos los demás en la academia?
Rebcca no necesitaba argumentar; era una Armstrong, heredera de un imperio multimillonario. Sin embargo, sentía la urgencia de hacerlo cada vez que estaba cerca de Freen Sarocha.
Eran opuestos perfectos: Rebecca era hielo y Freen fuego. A Rebecca le habían dado todo y Freen lo había conseguido con esfuerzo. Mientras Freen era una marginada, Rebecca era la reina de la colmena.
Solo compartían una cosa en común... ambos se detestaban.