El chico del suéter azul.

Cuando más creía que lo había superado, se presenta frente a mí con sus indescriptibles ojos claros. La vergüenza que siempre creería que sentiría simplemente no está. Lo único que aparece en mi interior es la impresión y el hermoso calor que dejan en las paredes de mi estómago aquellas mariposas.

Los pasillos al aire libre del colegio, las mariposas en cada jardinera, bullicio de jóvenes con las hormonas alborotadas.
Cualquiera sueña con tener un amor bonito en la juventud, pero, eso es muy difícil cuando las miradas son lo único que logras conectar por lo cobarde que te siente al tan solo ver al otro. Los secretos siempre son de dominio público, como ejemplo, cuando estás detrás de aquel desconocido que te manda cartas.

La adolescencia es una etapa que sea buena o mala, cualquiera la recordará. Experiencias que contar, ideas que plasmar y vergüenzas que evitar.
Por tanto, Berenice no puede ser la excepción, los momentos más importantes de su vida estarán a la vuelta de la esquina, haciéndola meter la cabeza en la tierra con tan solo encontrarse aquello que tanto ha evitado por años. Pero carajo...
Cuando más quieres pasar desapercibido, es cuando más llamas la atención.

Cortando caminos y evitando miradas piensa que podrá evadir siempre a Izan.

Izan, un hombre ahora que en el pasado -como todos- fue un adolescente que quería comerse el mundo a enormes trozos. Alguien que buscaba el amor verdadero, en enormes galaxias. Cada cabeza es un mundo y la de él siempre estuvo en su lugar, con metas grandes y sueños dementes, sueños que tarde o temprano se harían realidad.
Izan, un hombre reluciendo los estándares por doquier. No obstante, ¿Cómo un hombre con riqueza, estabilidad y belleza puede estar tan sometido a su pasado? e
En especial...
Con una sola persona que mandaba cartas a su butaca día tras día.