La reina marchita y la Luz Falsa
"No todo lo que brilla es luz... y no toda sombra nace en la oscuridad."
Desde que tenemos memoria, los relatos sobre héroes han poblado nuestras vidas. Hombres y mujeres elevados como símbolos de esperanza, como salvadores que, con la fuerza de su voluntad y su espada, vencen a la oscuridad para proteger a los inocentes. Nos han enseñado a admirarlos sin cuestionar. A creer que su luz es absoluta, que su causa es justa. Pero ¿qué sucede cuando la historia es contada solo desde un lado?
¿Qué pasa con aquellas almas que, en los márgenes de esas historias, fueron olvidadas, sacrificadas o traicionadas en nombre de esa supuesta gloria?
Esta no es la historia de un héroe.
Es la historia de Noxyra, una joven que alguna vez fue símbolo de vida y esperanza. Ella era agua que curaba, era luz que guiaba. Pero su existencia se desmoronó no bajo el peso del mal, sino bajo la traición de quien juró protegerla. Abandonada en su momento más vulnerable, negada por el mundo que alguna vez defendió, Noxyra conoció la soledad más profunda y la furia de un corazón quebrado. No fue la oscuridad quien la reclamó.
Su caída no fue una elección impulsada por la maldad, sino un lento y devastador despertar a la verdad: que a veces, los verdaderos monstruos se esconden detrás de máscaras de virtud. A veces, los verdaderos villanos no nacen del caos, sino de la necesidad de un héroe. Porque en un mundo que idolatras salvadores, alguien tiene que ser el monstruo. Así, los héroes moldean las sombras, crean al enemigo... solo para poder vencerlo y ser llamados redentores.
Noxyra no se convirtió en villana. Fue moldeada y fragmentada, por un mundo que solo aplaude a quien escribe la historia. En las ruinas de su antigua vida, ella no encontró redención ni consuelo. Solo el poder de su propio dolor transformado en determinación. No se alzó para sembrar caos. Se alzó para reclamar lo que le fue arrebatado: su voz, su dignidad, su existencia.
