En su vida pasada, Izuku Midoriya fue la emperatriz del imponente Reino de Kamakura. Un alma noble, pura, cuya única culpa fue amar demasiado. A la sombra del trono, detrás del implacable Emperador Bakugou Katsuki, Izuku sacrificó su voz, su luz y su dignidad, creyendo que algún día su amor sería suficiente para ser visto, para ser elegido.
Pero el emperador nunca lo miró.
Desfilaba ante él con sus concubinas y nobles consortes, como si Izuku fuera poco más que un adorno de porcelana en un palacio de oro. Día tras día, su corazón se quebrajaba en silencio... hasta que ya no quedó nada.
Una noche, con la luna como único testigo, Izuku se arrojó al abismo. Antes de desvanecerse, gritó a los cielos entre lágrimas de sangre:
"¡Si alguna vez vuelvo a vivir... juro que no lo amaré! Juro que me levantaré... aunque tenga que arder por ello."
Y los cielos, movidos por la tragedia o por capricho, le concedieron una segunda vida.
Renacido como emperatriz una vez más, Izuku ya no es la flor frágil que marchitaba en la sombra del emperador. Ahora es hielo envuelto en seda, un silencio que corta más que cualquier espada. Se niega a mirarlo, a suplicar, a ceder. Su alma ha despertado... y no está dispuesta a sufrir otra vez.
"Majestad", declara con una voz tan serena como mortal, "Ya no lo amo. Váyase con sus concubinas, con sus juegos, con su imperio. Yo solo quiero vivir sin usted".
Pero al corazón del emperador no le fue otorgada la misma indiferencia. Al perder la devoción que una vez despreciaba, algo despierta en él. No amor... no exactamente. Algo más oscuro. Algo más salvaje.
"¿Por qué ya no me miras como antes, Izuku?" susurra con furia contenida. "No permitiré que te alejes. No permitiré que me olvides. Aunque tenga que destruir este reino piedra por piedra... volverás a ser mío".
Así comienza una guerra sin ejércitos, pero con heridas más profundas que las de cualquier batalla.
Fukishima Aiko tenía un plan.
Mentira.
No tenía ningún plan. Ni propósito. Ni pasión. Solo un apellido que pesa demasiado, un pasado que no se habla en voz alta y una habilidad peligrosa que aparece cuando más quiere esconderse.
Lo único que sí tenía claro era que no quería ser una heroína. Ni un modelo a seguir. Ni parte del brillante y perfecto mundo de su familia.
Así que, por supuesto, termina aceptada en la U.A.
Su estrategia: arruinarlo todo antes de que alguien le exija ser algo que no es.
Su error: subestimar cuánto molesta eso a ciertos compañeros.
Sobre todo a Bakugou Katsuki.
Explosivo. Exasperante. Todo lo que ella detesta... y todo lo que empieza a hacerle perder el control (emocional, claro. ¿Qué más?).
Aiko no busca redención. No busca amor.
Pero cuando el chico que más la odia empieza a verla con otros ojos, y cuando sus propios muros empiezan a romperse desde dentro...
Tendrá que enfrentarse a la posibilidad de querer más.
Más que una salida. Más que rabia. Más que todo lo que juró no necesitar.
Y, maldita sea, puede que ese "más" tenga el cabello rubio y las manos llenas de fuego.