Lydia Heastings una adoslecente de 15 años que aprendió a caminar con cuidado, no por miedo a caer, sino por temor a decepcionar. Creció en una casa de paredes silenciosas y miradas frías, donde el afecto era contado y los errores eran imperdonables. Su madre, una mujer de rostro severo y corazón oculto, le enseñó que la perfección no era una meta, sino una obligación.
Desde pequeña, las notas, las palabras, incluso la forma en que se sentaba, eran evaluadas con ojos críticos. Un suspiro mal dado, una respuesta tardía, una pequeña falla... y el mundo parecía desmoronarse sobre sus hombros. Lydia no conocía el consuelo, solo el deber.
Detrás de su postura recta y su impecable rendimiento, habitaba una niña que solo quería ser abrazada sin condiciones. Que deseaba reír sin calcular, llorar sin esconderse. Pero en su mundo, las emociones eran un lujo, y equivocarse... un crimen.
Por eso, cuando se cruzó con aquel chico de mirada insolente, andar despreocupado y el cabello hecho un caos de rastas rebeldes, algo dentro de ella se removió. Tenía esa forma de existir como si el mundo no pudiera tocarlo, como si cada error fuera solo parte del camino. Era ruido en su silencio. Era libertad donde a ella solo le enseñaron control.
Dicen que el amor no se impone.
Pero en el mundo de la magia ancestral, las promesas se sellan con sangre... y obediencia.
Aurora Blackwood fue criada para obedecer.
Tom Riddle, para dominar.
Él, heredero del legado más temido del mundo mágico.
Ella, destinada desde su nacimiento a convertirse en su esposa.
Un matrimonio pactado.
Dos desconocidos que comparten un apellido antes que una historia.
Y un vínculo que, sin quererlo, los arrastrará a lo más profundo de la oscuridad...
Y del amor.
Porque incluso entre las sombras, puede arder la llama de lo prohibido.