Durante años, Ymir Targaryen fue solo una sombra. Silenciosa, obediente, invisible. La hermana menor de Daenerys y Viserys, siempre a un paso detrás, siempre con la cabeza baja. Para los demás, era solo otra exiliada más. Para Viserys, una herramienta que debía callar y temer.
Pero cuando los dragones despiertan, también lo hace el fuego que dormía en ella.
En medio del desierto, entre khalasares, traiciones y visiones de un destino que no comprende del todo, Ymir empieza a preguntarse quién es realmente... y quién podría llegar a ser si se atreve a alzar la voz.
Viserys se quedó en silencio, sin saber que decir, sin querer que sus esperanzas se rompieran.
Rhaenyra intentó ser fuerte, ella se había preparado para eso, ella sabía que los maestres no se habían equivocado, y aún así, se odiaba por tener esperanzas.
Aún así lloró de felicidad abrazada a Jace al ver a Daemon despierto, mientras los maestres corrían a ver su estado de salud.
Todos estaban felices al ver como él despertaba.
Aunque en el fondo de sus corazones, todos ellos sufrían.
En el fondo, todos sabían que él ya no sería el mismo.
Él nunca más lo sería.