Después de una confrontación cargada de emociones, donde las palabras se convierten en cuchillas más filosas que cualquier habilidad o arma, tanto Atsushi como Akutagawa quedan heridos... pero no físicamente. Las verdades dichas en voz alta, los juicios lanzados sin piedad, dejan cicatrices que no sanan con el tiempo ni con tratamiento médico.
Akutagawa, tan acostumbrado a la lucha externa, no sabe cómo defenderse de una guerra que sucede dentro de él. Por primera vez en mucho tiempo, se detiene. Se contempla a sí mismo, sus decisiones, su necesidad casi desesperada de aprobación, de reconocimiento... ¿Por qué lo necesita tanto? ¿Qué intenta demostrarle al mundo, o a sí mismo?
Durante este viaje interno, se arriesga a tocar partes de su alma que ha preferido ignorar. Y en ese proceso, puede que se dañe, o que lastime a quienes ha intentado mantener cerca, aunque nunca lo haya sabido demostrar. Sin embargo, algo empieza a cambiar. Una duda se siembra en su mente: ¿y si él y el "tigre" no son tan diferentes como ha creído todo este tiempo? ¿Y si sus caminos, aunque opuestos, nacieron de heridas similares?
Quizás, solo quizás, esta batalla silenciosa termine siendo la más importante. No por el enemigo al que enfrenta, sino por la verdad que empieza a descubrir dentro de sí mismo.
Akutagawa y Chuya, son amigos desde cuarto de la básica. Ambos están en un conflicto con otras dos personas que odian desde siempre, pero de las que no sabían nada.
Esas dos personas se querían mucho entre sí, sus nombres eran Dazai y Atsushi.
Un día, Chuya propone una apuesta que nunca pensó que se podía salir tanto de control. ¿Ellos dos besando a las personas que odiaban? ¿Era enserio? Pues sí. Ninguno quería perder, así que tuvieron que hacerlo.
Pero la situación se salió de control, bastante.