Aferrarse y Soltar: La Danza de la Vida.

Aurora nunca tuvo un hogar estable. Después de la muerte de su madre.
Sin raíces, sin certezas, solo el peso de lo que nunca estuvo.
Un padre.
La casa de su tía se convirtió en su mundo. No acogedor, no realmente suyo. Solo un lugar que le ofreció permanencia, pero nunca pertenencia.
Las noches eran largas, el silencio una constante. Una presencia contenida en miradas que nunca daban demasiado, pero tampoco negaban lo suficiente.
Hasta que todo cambió.
El fuego devoró lo que quedaba de esa estabilidad rota. Las paredes que la habían contenido se convirtieron en cenizas, el hogar que nunca fue realmente suyo dejó de existir.
Y en medio del humo, de las ruinas, descubrió algo.
No solo lo que había perdido.
Algo más. Algo que, si era cierto, significaba que su vida nunca había sido lo que pensó.
No podía quedarse.
No después de saberlo.
Sin nada que la retuviera, se fue.
Pero no solo huyendo.
Buscando.
Porque si lo que había encontrado era real, entonces todo podía cambiar.
Y por primera vez, el mundo no se sentía como una serie de puertas cerradas.
Solo tenía que llegar a la indicada.