Keaton siempre ha sabido que algo en ella está roto.
No lo dice en voz alta, pero lo lleva en los huesos: una sensación punzante de que no está hecha para este mundo, como si sus costuras fueran distintas, invisibles y frágiles.
Aprendió a bailar entre cristales, no por gusto, sino como castigo -una penitencia que ella misma se impuso por no poder ser como los demás.
Porque en su mente, el amor es para los enteros, para los cuerdos,
No para alguien como ella.
Pero entonces, un día, cuando pensaba que nadie jamás la querría, escuchó el susurro de su abuela que le decía:
"Corazón, el destino no olvida."
Y aunque el camino estuvo marcado por ausencias, traiciones y amores que parecían condenas, ella siguió avanzando...
Porque en algún rincón, en alguna vida, en algún cruce de tiempo, quizá el destino aún tenía algo para ella.
Un último amor.
Uno que no la rompiera más... sino que aprendiera a sostenerla incluso cuando se derrumbara.
Esta es la historia de una chica rota, y de cómo el destino no solo no la olvidó, sino que, contra todo pronóstico... la eligió.
Alicia Castillo nunca pensó que acabaría en un campo de fútbol. Obligada a inscribirse en el equipo universitario para ganar créditos, se dará cuenta de que no es lo suyo, hasta que choca con Ego una de las estrellas del equipo masculino.
Deberá pedirle ayuda aunque vaya en contra de sus deseos.
Lo que comienza con una colaboración forzada se acabará convirtiendo en algo mucho más complicado, acabando envueltos en un misterio que no se resolvió.