Podía sentir sus manos sobre mi, pero nunca los veía. Todo era oscuridad, pero escuchaba todo claramente. Era un alma sin movimiento. Lo había sido por siglos, condenada a una eternidad de esto, a veces me preguntaba si existía, si lo que parecía ser mi maltrecha y desdichada alma, tenia una mitad o si yo misma me condene a una tortura eterna.
Mi nombre es Anaxhia y he sido una estatua por muchos años y lo único que mantiene mi alma vibrante de vida, es mi sed de venganza.
Saiki experimentará todo tipo de situaciones y sentimientos nuevos donde a parte de culpar a Satou entra en el dilema de: ser feliz y destruir la tierra o romper su corazón y destruir la tierra...
-Espera... ¿Cómo es que sólo puedo elegir entre esas dos opciones?