Ianira era la única Potter de sangre pura que quedaba con vida, y eso la hacía sentir mal en ocasiones, pues aun cuando era quien tenía la mitad de la herencia la soledad la embriagaba.
El día en que su hermano había fallecido ella apenas tenía diecinueve años, sin nadie más a quien acudir, porque su familia se había extinguido, y a la única persona a la que quería se le prohibió tenerla a su lado, así que durante diez años vivió solo con la compañía de sus elfos domésticos.
Ahora, que finalmente su sobrino sería enviado al colegio de magia y hechicería ella haría hasta lo imposible para tener a su única familia con ella, no solo porque se le había negado anteriormente, sino porque lo amaba, y porque era lo único que le quedaba de James.
Pero ¿Quién diría que el ir a aquel lugar no solo le traería a su única familia viva con él, sino que también le daría la oportunidad de formar la suya propia?
Y sin duda, no esperaba que Severus Snape fuera su compañero correcto.