FRAGMENTOS DEL ALMA

La lluvia caía con violencia sobre Privet Drive, como si el cielo supiera que algo injusto estaba ocurriendo. Bajo el abrigo de una capa empapada, un anciano dejaba con cuidado a un niño frente a la puerta número cuatro. Un niño de no más de un año, con una cicatriz aún roja en la frente y una manta que olía a humo y sangre seca.

-Estará bien aquí -murmuró Albus Dumbledore, como si decirlo en voz alta pudiera hacerlo verdad.

A su lado, una mujer de aspecto severo dudó. Minerva McGonagall miró al niño, y luego al anciano.

-No parecen personas capaces de criar a un niño, Albus... y mucho menos a este niño.

-Debe crecer lejos del mundo mágico. Es por su propio bien -replicó él, ya dándose la vuelta.

Pero no se fue solo. De una esquina, entre las sombras, alguien lo observaba.

Un hombre de rostro demacrado y ojos oscuros como la tormenta misma. Severus Snape.
Su respiración era pesada. Sus dedos temblaban.
Y en su mano, arrugada y mojada, sostenía una carta. Una carta firmada por Lily Evans.

"Si algo me pasa, protégelo. No de Voldemort... sino de Albus. Él sabe más de lo que dice. Él quiere algo de nuestro hijo."