Kenma Kozume, siempre reservado y dedicado a sus juegos y streams, comienza a sentirse extrañamente fatigado. Al principio, lo atribuye a sus largas noches sin dormir, pero cuando moretones inexplicables aparecen en su piel y el dolor en sus articulaciones no cesa, Kuroo -siempre atento- lo obliga a ir al médico.
El diagnóstico es devastador: "leucemia".
Lo más cruel es que, según los médicos, los síntomas llevaban meses desarrollándose, pero Kenma, acostumbrado a ignorar su propio malestar, nunca les prestó atención. Ahora, enfrenta un tratamiento agresivo, la posibilidad de morir y, sobre todo, el miedo en los ojos de Kuroo, quien se culpa por no haberlo presionado antes.
La historia sigue su lucha, no solo contra la enfermedad, sino contra sus propios miedos: Kenma, que siempre evitó depender de otros, ahora necesita ayuda para lo más básico, y Kuroo, que solía bromear con ser su "protector", enfrenta el terror de no poder salvarlo esta vez.
Kenma no era infeliz.
O eso contestaría a su madre cuando, preocupada, preguntase a su hijo qué le ocurría.
Era tan difícil provocar una sonrisa en el rostro de aquel adolescente que cuando Kuroo lo lograba, la sonrisa que se dibuja en Kenma pasaría a ser motivo por el cual el mayor también sonreiría.
¿Por qué era tan difícil ser feliz?
El rubio forzado era todo lo que quería al fin y al cabo.
Y allí, en los abrazos sinceros y las palabras simples de su amigo mayor, había encontrado la calma mental a la que llamó felicidad. La quería para siempre.
• Los personajes en esta historia pertenecen a Haruichi Furudate, creador de Haikyuu (anime)