𝐄𝐋 𝐒𝐀𝐁𝐎𝐑 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐌𝐀𝐑𝐂𝐇𝐈𝐓𝐎. | rubckity.

Advertencia: Esta historia contiene contenido sensible, desde abusos físicos, emocionales, entre otros. No se busca romantizar absolutamente nada. Recordar que se ambienta en el mundo de los "cubitos".
Sin más dilatación, continúe;

Amar puede ser un acto de ternura, pero también un ritual de hambre. Quackity lo descubre al lado de Rubius, un hombre que confunde afecto con posesión, y deseo con necesidad de devorar. Juntos construyen un vínculo tan intenso como asfixiante, donde la pasión deja cicatrices invisibles y la entrega se convierte en sacrificio.

En su historia, las rosas no simbolizan belleza ni pureza, sino todo aquello que duele y se oculta bajo la superficie: discusiones enterradas, silencios forzados, heridas maquilladas con besos. Quackity aprende a tragarse esas rosas, a digerir espinas como si fueran pruebas de amor, mientras Rubius se alimenta del sacrificio ajeno, buscando saciar un hambre que nunca se apaga.

El canibalismo se vuelve metáfora y espejo: amarse es devorarse, mordida tras mordida, hasta que la identidad se disuelve en la boca del otro. No hay pétalos frescos ni promesas nuevas, solo un jardín en ruinas donde las flores se pudren antes de florecer, donde la dulzura se corrompe con sabor a hierro y ceniza.

El sabor de lo marchito es un retrato de la toxicidad disfrazada de romance, de cómo dos cuerpos pueden confundirse con un festín y cómo el alma, al entregarse por completo, corre el riesgo de no dejar rastro. Una historia que expone la fragilidad del límite entre el amor y la destrucción, entre cuidar y consumir, entre besar y morder.