Blanca vive atrapada en una pausa. Siempre ha creído que hay un momento perfecto para empezar: para cambiar de trabajo, para mudarse, para enamorarse. Pero los días pasan, las estaciones cambian, y ese instante ideal nunca llega.
Mientras tanto, todo a su alrededor se mueve: sus amigas se comprometen, sus compañeros cambian de ciudad, su hermana menor está embarazada Y Blanca sigue en el mismo piso, trabajo y las mismas excusas. Le dice a todos que está "esperando el momento adecuado", pero en el fondo no sabe si ese momento siquiera existe.
Todo cambia un martes cualquiera -de esos que deberían ser completamente olvidables- cuando se pierde en una calle por la que nunca había caminado. No hay nadie esperándola, ni una gran revelación. Solo una tienda pequeña, un cartel escrito a mano, una conversación trivial con una desconocida. Y, sin saber muy bien por qué, algo se mueve dentro de ella. Algo pequeño, casi imperceptible.
Esa noche no toma ninguna gran decisión. No renuncia a nada, no empaca sus cosas, no manda mensajes que nunca se atrevió a escribir. Pero, por primera vez, se pregunta si seguir esperando no es, en realidad, una forma suave de rendirse.
Y al día siguiente, sin planearlo demasiado, hace algo que no estaba en su lista. Algo que no necesita permiso, ni excusas, ni el momento perfecto.
Tal w no se trata de encontrar el momento perfecto. Tal vez se trata de dejar de esperar.