Su llegada a mí era un total misterio, no sabía quién había tenido el valor de poner a una niña de 14 años frente a mis narices ni con qué objetivo, pero desde ese momento se convirtió en mía, era de mi propiedad e iniciaría el fin de la era si alguien intentaba arrebatármela. Inara era la niña más dulce que había conocido, todo lo prohibido para un tipo como yo, lo irónico del destino, a mis ojos era la criatura más hermosa y perfecta, tenía la dosis exacta de cada complemento, atractivo físico, inteligencia, ingenuidad, astusia, y por si fuera poco su oculto lado oscuro, el cuál amaba sacar, pero esto no era una novedad dado que se trataba de mí. En alguna parte de mi retorcida consciencia se albergaba un sentimiento de miedo, miedo a que el mundo que me rodeaba la transformara, ella era mía, mi creación, no permitiría que nada la contaminara, y voltearía el jodido mundo del revés para protegerla de todo lo malo, incluso si eso significaba protegerla de mí, después de todo era Adriano Bianchi, o como para muchos,(La morte bianca), capo dei capi (jefe de jefes de la mafia Siciliana, y para mí el caos no sirve sin orden, y aquí, yo soy el orden.