Eshin era un omega dulce, reservado... y roto. Después de años atrapado en una relación tóxica que lo dejó hecho pedazos, solo sabía esconderse bajo su propia sombra, pidiendo disculpas hasta por respirar. Creía que ya no merecía nada, que su existencia solo traía problemas.
Una tarde fría, mientras arrastraba sus pasos por la ciudad, unos alfas lo acorralaron. Ellos olieron su miedo, su fragilidad, y quisieron aprovecharse.
Anton, un alfa dominante con aura peligrosa pero mirada intensa, no estaba dispuesto a dejarlo pasar. En cuanto vio la escena, su instinto explotó: ese omega era suyo para proteger.
Eshin terminó en sus brazos, llorando, temblando, repitiendo entre hipidos: "Por mi culpa... por mi culpa...", como si fuera un pecado respirar.
Anton, furioso ante tanta injusticia, juró que nadie volvería a tocarlo. Que ese omega roto, ese pequeño ser que ya no confiaba ni en su propia sombra, iba a ser suyo... y no para romperlo aún más, sino para reconstruirlo pedazo a pedazo.
Pero Eshin no es fácil. Lleva cicatrices que sangran en silencio, pesadillas que lo despiertan sudando, y un miedo brutal a ser amado.
Anton tendrá que ser paciente, dominante, tierno y brutalmente honesto. Porque sanar a alguien no es solo besarlo y decirle que todo estará bien... es quedarse cuando tiemble, abrazarlo cuando grite, y amarlo incluso cuando sienta que no merece ser amado.
Y en el proceso, Anton también descubrirá que a veces los más dulces son los que tienen el veneno más letal si decides traicionarlos.