Melodía para un paciente inestable

"Toda jaula empieza con una promesa de cuidado."

Dicen que el amor cura.
Aquí, eso no es más que un delirio con bata blanca.

El pasillo huele a formol y jazmín podrido. Las luces parpadean como si temieran mirar demasiado. Cada puerta tiene un nombre que alguna vez fue persona. Cada habitación, una historia atrapada entre gritos mudos y susurros grabados en cintas que nadie se atreve a destruir.

La sala más profunda no tiene ventanas, pero suena un viejo gramófono. Nadie recuerda haberlo encendido. Allí, ella baila. A veces sola. A veces con él.

Dicen que ella llegó cantando. Que su voz rompía cristales y corazones. Que alguna vez fue adorada como una estrella, como una princesa. Que ahora canta para las paredes acolchadas, para las sombras que le responden con ecos huecos.

Él... Él siempre estuvo allí. Incluso antes de que ella llegara. Un médico, un amante, un cazador de secretos. Con bata impoluta y sonrisa de vitrina. Le abrió la puerta de su clínica y le ofreció consuelo en forma de diagnóstico. Le dio una cama, una muñeca, un espejo. Le dio su nombre encerrado entre expedientes.
Y se lo quedó todo.

Porque esta historia no empieza con una locura.
Empieza con un deseo: ser amada más allá de toda cura.

Y en esta clínica, donde el amor se receta en gotas y el dolor se archiva en cajas de cartón,
se abrirá el expediente más peligroso: el de un amor que jamás quiso sanar.