Zoe Fisher lo tenía todo planeado: un futuro brillante, una carrera universitaria, y una relación que, aunque imperfecta, representaba el tipo de amor que su madre y la iglesia siempre le enseñaron a preservar. Pero una nueva versión de los hechos amenaza con desmoronar su cordura: Álvaro, el profesor en quien confió y quien marcó un antes y un después en su vida, niega todo lo que ella recuerda. Según él, no ocurrió nada fuera de lo común. Según él, Zoe solo se desmayó. Según él, fue todo producto de su imaginación.
Pero Zoe sabe que hay algo más, y no está dispuesta a ignorarlo. Aunque todos insistan en convencerla de que fue solo una ilusión, ella se lanzará a una búsqueda desesperada por la verdad, una que podría destruirlo todo.
Entre silencios, sospechas y descubrimientos que preferiría no haber hecho, Zoe se debatirá entre lo que debe hacer y lo que realmente desea. El deber le dice que debe quedarse con Álvaro, el primer hombre que tocó su cuerpo y a quien, según su madre, Dios le asignó como destino. Pero su corazón comienza a inclinarse hacia Sebastián; con él llega una luz que no esperaba, un amor que podría salvarla... o hacerla caer más hondo.
Dividida entre la culpa, el deseo y un secreto que amenaza con salir a la luz, Zoe deberá tomar una decisión: ¿seguir el camino marcado por otros o atreverse a escribir su propia historia?
Tendrá que elegir entre el deber y el deseo. Entre lo que le enseñaron a amar... y lo que la hace sentir viva.
Pero hay secretos que no perdonan.
Y hay hombres que no están dispuestos a dejarla escapar.
Hendrix Blackwood siempre ha obtenido todo lo que quiere.
Es deseado por muchos, temido por sus enemigos y venerado por sus socios. Lo tiene todo: Belleza, poder, riqueza, inteligencia, mujeres y una gran deuda que debe saldar con su padre.
Ella es el centro de esa jugada.
Karin Lincoln: La hija de un hombre imposible de doblegar. Intocable, inocente, valiosa.
Él solo debía conquistarla. Hacerla suya. Tocarla. Someterla. Doblegarla. No hay reglas, solo estrategia. No hay amor, solo necesidad.
Ella es la pieza clave para derrocar un imperio.
Él es el arma perfecta para derribarla.
Pero en el juego de la ambición y el deseo, incluso los demonios pueden consumirse en las llamas de la tentación, porque hay pasiones que no queman... envenenan en silencio. Y no destruyen de golpe: corroen.