Sol ha a amado a Ryan desde primer año pero nunca se atrevió a decir nada ya que él siempre había sido novio de alguna amiga suya. Pero, cuando entra al nuevo año dispuesta a confesarse su mejor amiga, Alicia empieza a desarrollar sentimientos Ryan.
Alicia no pierde el tiempo y confiesa sus sentimientos, y ahora están en la famosa línea de "casi algo", el problema es que discuten con frecuencia y esto lastima a Alicia quien se desahoga con Sol, la cual la consuela con el corazón hecho pedazos.
Los tres están en el club de danzas del instituto y para mala suerte de Sol es compañera de baile con Ryan. Alicia se contenta ya que sabe que Sol no va a hacer nada con su casi novio.
Después de todo es su mejor amiga.
Su amiga "santa"
Que que deja todo de lado para consolarla.
Una discusión hace que las cosas se pongan tensas entre Alicia y Ryan, Sol queda del lado de Alicia, claramente, es su mejor amiga después de todo, pero Ryan,empieza a acercarse más a Sol en los ensayos,nadie más a parte de Sol lo nota pero esto hace que su corazón salte ya que prácticamente se abrazan en toda la danza pero al acabarse la música vuelve a su realidad, ella quizá solo es una distracción y quizá la mayoría la denominarían "la otra mujer" y gracias a eso no puede desahogarse con nadie ya que su círculo social es compartido con Alicia y a quien fuese que le contase la verían como una mala amiga, por lo que se ahoga con las caricias (posiblemente involuntarias) que Ryan le ofrece, quedándose así con sus lágrimas atravesadas en la garganta y su corazón lleno de moretones.
Y así, es como Sol se queda en silencio, bailando entre el amor y despecho, con un chico que no es suyo y probablemente nunca lo será, después de todo ella es solo una distracción y sabe que está mal y no tiene derecho a derramar ni una sola lágrima, ya que serían las lágrimas de una sucia amante.
Hanna Elowen tenía una vida que se movía tan rápido como ella: tochito bandera, jugadas perfectas, adrenalina pura y un futuro brillante corriendo a su lado.
Hasta que una lesión- inesperada, cruel- la detuvo de golpe.
Ahora su mundo es más pequeño.
Una silla de ruedas, muletas, una gata emperatriz llamada Nieve, maratones de Harry Potter y la sensación constante de que todo lo que fue... quedó demasiado lejos.
Ella ya no corre.
Ya no compite.
A veces, ni siquiera se atreve a sentir.
Hasta que suena el teléfono.
Es su tío Steve: Head Coach de los New England Kings, fuerza de la naturaleza, experto en gritar, llorar y amar con la misma intensidad.
Y tiene una propuesta imposible: mudarse a Nueva Inglaterra para ser su asistente.
Hanna no está lista para estadios, ni para jugadores gigantes, ni para madrugadas a las cinco de la mañana.
Pero tampoco está lista para seguir rota.
Así que acepta.
Lo que no esperaba era él.
Noah Blackford.
Quarterback estrella.
Favorito de la prensa.
La sonrisa más peligrosa de la AFC.
Y una mirada tan suave que desarma cada una de las paredes que Hanna construyó alrededor de su dolor.
Noah la ve.
Incluso cuando ella misma no sabe cómo hacerlo.
La acompaña, la cuida sin invadir, la escucha cuando su voz tiembla y le recuerda -sin decirlo- que su vida no terminó en esa cancha.
Entre sesiones tácticas, sillas de ruedas que chocan con casilleros, jerseys mal doblados, caídas torpes, atajos emocionales y un quarterback que huele a lluvia y seguridad...
Hanna empieza a descubrir algo que había olvidado: Que aún tiene corazón.
Y late fuerte.
Pero enamorarse nunca fue parte del plan.
Y sanar tampoco.
Eso es lo hermoso -y lo aterrador- de un verdadero fumble: a veces perder la jugada te lleva directo a aquello que nunca supiste que necesitabas.
Con o sin casco.
Con o sin miedo.
Con una mano temblando sobre la rodillera y otra aferrada a un quarterback que la mira como si fuera magia.