El Encuentro en un Verano Perdido

En las tranquilas tierras de un pueblo olvida por el tiempo, una niña de cabellos dorados y
ojos deslumbrantes, alzó su mirada al cielo
que se teñía de tonos crepusculares, indicando
el fin de otro día en aquella añeja aldea. El
nombre de la niña era Gabriela, y su alma
estaba inmersa en un misterio profundo que
envolvía su ser con un velo de incertidumbre.
Con paso sosegado, Gabriela se encaminaba
hacia su hogar mientras el viento susurraba
secretos antiguos entre los árboles que
flanqueaban el sendero. El crepúsculo arrojaba
sombras alargadas sobre el camino de piedras
gastadas por los años, asemejándose a las
huellas del pasado que habían dejado una
marca indeleble en el alma de la niña.
Al adentrarse en la penumbra de la noche,
Gabriela sintió un vacío en su pecho, como si
algo esencial le hubiera sido arrebatado sin
piedad. Buscaba respuestas en el laberinto de