Liora Mavren es una niña de catorce años que parece contener mundos enteros detrás de una sonrisa contenida. Su mirada suele estar perdida, como si siempre estuviera en otra dimensión donde las palabras sobran y el silencio pesa. Callada, pero no por timidez, sino porque cada palabra tiene para ella un peso aterrador: la posibilidad de no ser entendida o peor, de ser invisible.
Su cuerpo revela pequeñas señales de su tormenta interna: uñas mordidas hasta el dolor, articulaciones que crujen al ritmo de su ansiedad. Dibuja sin cesar, intentando dar forma a lo que no sabe cómo expresar con voz, creando seres y paisajes que reflejan su lucha constante entre lo que muestra y lo que oculta.
Lleva una personalidad distinta para cada persona que la rodea, como un camaleón emocional que protege su verdadero yo, un yo que teme que si se muestra, será rechazado o abandonado. Detrás de su apariencia tierna y su semblante tranquilo, habita una mente inquieta, llena de pensamientos oscuros y una imaginación vibrante que desafía la percepción que otros tienen de ella.
No confía en sus padres ni en quienes deberían ser su refugio; ese vacío de confianza la ha hecho construir muros invisibles alrededor de su corazón, muros que ella misma quiere derribar pero que el miedo al cambio mantiene firmes. En su soledad, encuentra en el arte una ventana hacia su libertad, una forma de decir lo que no puede decir y de existir sin máscaras, aunque solo sea en papel.