El último día de clases en Beacon Hills no vino con aplausos, ni con becas, ni con un gran plan. Solo con vacío.
Mientras todos parecían avanzar, Stiles Stilinski se quedó. Sin universidad. Sin un rumbo claro. Sin idea de qué hacer.
Hasta que su padre le ofrece algo inesperado: un lugar en la estación de policía. No como oficial. No todavía. Solo como interno... por ahora.
Entre archivos polvorientos, formularios que nadie quiere revisar y patrullajes con oficiales que a veces parecen más raros que los monstruos del pasado, Stiles encuentra un nuevo ritmo. Uno que incluye café, sarcasmo, y pequeñas interacciones con el siempre correcto y perfecto sargento Parrish.
No hay acción sobrenatural -de momento-. Solo silencios que pesan, bromas que salvan el día, y una rutina que, sin darse cuenta, empieza a significar algo.
Y a veces, quedarse también es una forma de empezar.