Yuna Haruki no es una heroína.
Pero sabe sostener una taza caliente en las manos de alguien que ya no tiene fuerza para apretarla.
Sabe cuándo hablar... y cuándo simplemente quedarse.
Durante el día, trabaja en una pequeña cafetería escondida entre calles comunes, donde el olor a vainilla y café tostado es más constante que el reloj. Durante la noche, cambia el delantal por ropa negra y luces bajas, sirviendo copas en un restaurante-bar donde la gente viene a olvidar... o a esperar.
Entre ambos mundos, Yuna navega con pasos firmes y una calma que no pretende ser misterio.
Tiene dos Quirks: Uno que la conecta con los cuatro elementos -pero no con la destrucción, sino con la armonía. Y otro, que la deja desaparecer en una bruma suave, tan silenciosa como ella.
Shouta Aizawa nunca ha sido cliente de lugares como esos. Pero desde la primera vez que ella se desvaneció frente a sus ojos sin hacer ruido,
desde la primera taza servida sin preguntas,
algo dentro de él empezó a buscar... no su presencia, sino su ausencia.
Él viene solo. Ella no lo interrumpe.
Él observa. Ella no lo juzga.
Y sin decir mucho, empiezan a repetirse:
mismo horario, misma mesa, misma taza.
Él, un héroe profesional que vive entre sombras.
Ella, una mujer que ilumina sin hacerlo a propósito.
No hay declaraciones.
Solo pausas entre pedidos.
Miradas que no necesitan explicación.
Y palabras que, con suerte... llegarán después del siguiente sorbo.
Porque a veces, el amor no entra gritando.
A veces, solo pide otra taza.
Y otro momento.
Y otro.
Hasta que te das cuenta... que te quedaste.