Long-suffering love || Carlos Sainz

Kaia Ivanova, de 24 años, vivía para la danza clásica, moldeada desde los cuatro años por la disciplina y la perfección. Su cuerpo y alma estaban dedicados al ballet, sin espacio para una infancia o vida fuera de los salones fríos y los espejos implacables. Considerada una joya del ballet ruso, su madre era exigente y su padre, una figura silenciosa. Todo cambió cuando apareció Carlos Sainz.
Un español con las manos curtidas por el volante y la sonrisa domesticada por el peligro.