Valentina Soler, a sus 22 años, ha aprendido a sobrevivir antes que a disfrutar de la vida. Su éxito como cantante la ha colocado entre las más escuchadas de España, pero detrás de su imagen perfecta se esconde una joven marcada por el abandono y la lucha constante por sentirse suficiente. No cree en el amor, no tiene espacio para eso. No se enamora. No puede. No quiere. O al menos, eso pensaba, hasta que él apareció.
Pedri González, con 23 años, es una estrella del Barça. Fama, talento y una sonrisa capaz de conquistar a todos. La gente cree que lo tiene todo. Pero hay algo que no sabe manejar: la derrota. Y cuando le asignan una entrevista con Valentina, la "cantante de corazones rotos", está decidido a pasar un buen rato a su costa. Lo que no esperaba es que ella fuera tan diferente a lo que pensaba. Tan dura, tan herida, tan imposible de ignorar.Pedri, que siempre ha tenido una vida rodeada de amigos y familia, siente una extraña aversión por Valentina, aunque no sabe muy bien por qué. Nunca había sido de juzgar sin conocer, pero con ella todo es diferente. Cuanto más la conoce, más se da cuenta de que lo que siente no es odio... es algo mucho más complicado.
"Nada de esto fue un error" es una historia sobre las decisiones que nos marcan, los encuentros que nunca imaginamos y lo que realmente significa estar dispuesto a amar. Porque a veces, los errores no son más que lecciones disfrazadas.
Dylan Kravits es el asistente perfecto: organizado, eficiente, sarcástico... y a un paso de perder la cordura gracias a Aily Vila, la novia caprichosa del CEO.
Entre berrinches, "ataques de ansiedad" por mosquitos y órdenes absurdas, Dylan está cansado de ser el adulto responsable que mantiene en pie la empresa mientras Alessandro Stern -su jefe, su amigo, su dolor de cabeza- corre detrás de la princesa de rosa.
Hasta que un día Aily le suelta la frase que cambia todo:
"El puede vivir sin ti."
Perfecto.
Dylan desaparece una semana.
Y Alessandro... colapsa.
Entre cámaras de seguridad, crisis existenciales, un Alessandro irracionalmente desesperado y una novia tóxica oliendo a celos, Dylan vuelve dispuesto a renunciar. Lo que no esperaba era que Alessandro reaccionara como si estuviera perdiendo algo más que a su asistente.
Y así, por un comentario, una broma, y mucho caos...
Dylan termina jugando a ser gay para probar un punto.
Lo que nadie vio venir fue que el CEO se lo tomara demasiado en serio.