Del podio a la cama

Carlos y Charles eran el tipo de pareja que desafiaba estereotipos. Pilotos de Ferrari, rivales en la pista y cómplices en la vida. Su relación era sólida, libre, sin secretos. Se querían con esa intensidad que solo se encuentra cuando dos mundos se juntan y, en lugar de destruirse, se reconstruyen juntos.

Amaban reír, competir, viajar... y, de vez en cuando, compartir. Los tríos habían sido parte de su relación desde el principio, una forma de explorar sin comprometer lo esencial: el amor que se tenían el uno al otro. Nunca pasaba de ahí. Nunca sentían más que deseo por ese "tercero". Siempre eran Carlos y Charles. Inquebrantables.

Hasta que todo cambió.

La noche que cumplían dos años juntos decidieron celebrarlo con una cena elegante en un restaurante exclusivo de Mónaco. Risas, copas alzadas, miradas cómplices... Hasta que la vieron. Sentada en una mesa al otro lado del salón, con su cabello rubio cayendo en ondas sobre los hombros y los labios ocupados en un beso que no le pertenecía. Era ella: la novia de su amigo Lando Norris. Pero no estaba con Lando.

Ese instante lo cambió todo.

La decepción en el rostro de Charles, el enfado de Carlos. No lo pensaron demasiado. Ambos sabían lo que tenían que hacer.

Lando no merecía que lo engañaran. No merecía seguir creyendo en una mentira. Merecía amor real. Merecía algo sincero.

Y, quizás... merecía ser parte de ellos.

Porque por primera vez, el español y monegasco querían más que una noche. Querían a Lando.