La noche en que las luciérnagas tocaron el suelo, ella escapó de casa con el alma rota y el corazón lleno de preguntas que no sabía nombrar. Tenía quince años, un pasado que dolía más que el presente, y un deseo: desaparecer sin dejar rastro. Pero el campo, con su silencio sagrado, le tenía una cita escrita en la piel: Gael.
Un muchacho extraño, con la tristeza tatuada en los ojos y la voz llena de siglos, se convirtió en su promesa más imposible. Cada año se reencontraban bajo el mismo árbol, mientras las luciérnagas descendían como si reconocieran su amor enfermo y eterno. Sin palabras, sin futuros, solo con el peso de un cariño que dolía como una herida que nadie quería cerrar.
Lo que empezó como refugio, se convirtió en jaula. Gael no solo la amó: la necesitó con una desesperación que asfixiaba. Ella, incapaz de soltarlo, confundió el dolor con destino. Y cuando el miedo se volvió mayor que el deseo, no regresó.
Pero el amor -ese que quema lento y nunca muere del todo- dejó una carta, un abrigo, y una promesa que pesaría por siempre: "Si tú te vas, yo me quedo. Hasta pudrirme con las flores."
Ahora, ella vuelve cada año. No por él. No por sí misma. Sino porque hay dolores que se vuelven hogar.
Esta es una historia sobre la posesión disfrazada de ternura, sobre el amor que consume, sobre lo que queda cuando alguien nos marca tan profundo que ni la muerte puede borrarlo.
Avery juró que lo último que quería en su vida era llamar la atención. Su plan era simple: concentrarse en las competencias de snowboard y sobrevivir a la temporada de invierno en Los Nevados de Chillán junto a su equipo.
Pero todo cambió la noche de la bajada de las antorchas, cuando el destino decidió cruzarla con Ethan Cole: capitán del equipo rival, arrogante, insoportable... y peligrosamente encantador.
Una rivalidad en la pista.
Un trato inesperado fuera de ella.
Un fake relationship que nadie debe descubrir... y que podría convertirse en algo mucho más real de lo que Avery jamás imaginó.
Entre descensos vertiginosos, miradas que queman más que el frío y canciones que parecen hablarles directamente, Avery descubrirá que el verdadero riesgo no está en la nieve... sino en dejarse deslizar hacia alguien que juró odiar.