En un mundo donde las torres de la élite tocan las nubes y los de abajo luchan por respirar, él, un joven ambicioso, se abre camino con sudor y esfuerzo. Cada piso que asciende en el imponente rascacielos es un paso más hacia la cima, un peldaño hacia el reconocimiento que tanto anhela para su madre. Testigo de la crueldad con la que la alta sociedad trata a los desfavorecidos, jura que, una vez en la cumbre de los ejecutivos, las cosas serán diferentes.
Mientras tanto, ella, la heredera de la opulenta familia para la que él trabaja, vive atrapada en su propia jaula dorada. Las expectativas inalcanzables y el peso de una reputación intachable la asfixian, dejándola con un sentimiento constante de no ser suficiente. Desesperada por encontrar su propio camino, se siente cada vez más alienada de su entorno privilegiado.
Un día, en los corredores de ese mismo edificio que representa sus mundos opuestos, sus caminos se cruzan. La atracción es innegable, un chispazo de conexión que desafía las barreras invisibles que los separan. ¿Podrá este amor naciente, prohibido por las normas de clase y las ambiciones personales, contrarrestar la fuerza de dos mundos en colisión? ¿O estará su destino sellado por la trágica realidad de sus orígenes dispares?
Kara y su madre solo se tienen la una a la otra. Crecieron en la mansión Stone, no como parte de la familia, sino sirviendo en ella. Kara sueña con un futuro mejor, pero vivir tan cerca de los lujos ajenos y tan lejos de pertenecer a ellos tiene un precio.
Desde niña, guarda en silencio un amor imposible por Mark, el primogénito de la casa. Entre humillaciones, secretos y pérdidas, su vida se divide en tres etapas: la adolescencia que la marca, la adultez que la quiebra y la madurez como madre soltera que la pone a prueba una vez más.
Tres épocas, un solo corazón... y una historia que demuestra que, a veces, amar también duele.