La desaparición de Han Jisung dejó un silencio inquietante que se extendió mucho más allá de su familia. Nadie podía explicar cómo un joven de alto estatus podía desvanecerse sin dejar ni una sola pista. El caso, por sí solo, se convirtió en un completo enigma.
Durante el primer año, su familia luchó contra el tiempo y el olvido, enfrentando la presión implacable de los medios y la incertidumbre que carcomía cualquier atisbo de esperanza. Un Han no podía simplemente desaparecer. Harían lo que fuera necesario para obtener respuestas, exigir justicia si hacía falta.
Lee Minho, su prometido, tampoco se rindió. Movió hilos, usó contactos, encargó investigaciones privadas; todo sin resultado. Poco a poco, la fe que lo sostenía pasó a ser algo tenue, prácticamente inexistente.
Dos años después, una llamada inesperada rompe la quietud que parecía eterna.
Su corazón se acelera, su respiración se agita, y sin pensarlo dos veces, corre hacia la dirección indicada. No es un hombre creyente, pero en ese instante reza con todas sus fuerzas para que lo que acaba de oír sea cierto.
Oh... el sol no siempre llega después de la tormenta.
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.