Almas que se reconocen

-¡Cruc-!
-¡Expelli-!

Las maldiciones murieron antes de nacer.

Un grito invisible se apoderó de sus gargantas.

Hermione cayó de rodillas. Bellatrix también. Ambas se aferraban la cabeza, como si algo les desgarrara el alma desde dentro. Los cerebros ya no se movían. Estaban vacíos.

Vacíos... porque ahora estaban dentro de ellas.

-¿Qué me hiciste...? -jadeó Bellatrix, los ojos desorbitados, temblando de rabia.

Hermione no pudo responder. Porque también lo sentía. El recuerdo. La imagen.

Una figura con rizos oscuros. Ojos como pozos de café. Un mundo de ruinas y fuego.

Y un susurro reverente, desgarrador:

-Te amo, Hermione...

-¿Qué...? -susurró ella, con la voz partida.

Bellatrix la miró.

También lo había oído.

Que pasaría si en un accidente en el ministerio bellatrix y hermione empiezan a tener recuerdos de una vida pasada que no recuerdan haber vivido, y que tengan un extraña atracción entre ellas.