El invisible visible

Mael tiene 17 años y un muro invisible a su alrededor.
No porque quiera estar solo, sino porque aprendió que es más fácil así. Lo llaman problemático, agresivo, frío. Lo señalan antes de saludarlo. Lo evitan para no arriesgarse a conocerlo o a verse envueltos en rumores.

Elias tiene 16 y una sonrisa que parece hecha para todos.
Camina por los pasillos como si fueran su casa y dice lo que piensa sin miedo. A ojos del resto, es perfecto: talentoso, amable, seguro. Pero nadie pregunta cuánto de eso es real, o cuánto le cuesta sostenerlo.

Dos chicos.
Dos máscaras.
Dos mundos que se cruzan por accidente.
Y, en ese roce, esas máscaras empiezan a debilitarse.

Uno empieza a ver más allá del silencio.
El otro, más allá de la sonrisa.

Porque a veces no se trata de encontrar a alguien opuesto.
Sino a alguien que, como vos, también se sienta invisible.

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