The Untouchable Prince

Kim Seokjin no fue jamás un omega común. Desde el instante en que sus ojos se abrieron al mundo y sus primeros pasos resonaron en los mármoles del palacio, el destino lo marcó con fuego. Fue presentado a la corona con la solemnidad de una promesa antigua, y desde entonces, su sola presencia se volvió sinónimo de poder.

Era un alma indomable, de voz firme y mirada que no pedía, ordenaba. Su porte altivo, su frialdad de invierno y su carácter forjado en acero hicieron que todos pensaran que sería un alfa. Pero el cielo, con su ironía divina, lo nombró omega. Y así, el reino de Artier Acigma conoció su asombro: el heredero de Fulgur, el hijo de truenos y estirpe dorada, era un omega coronado por la voluntad.

Jin fue criado para mandar, no para temblar. Aprendió a levantar muros en lugar de puentes, y su cercanía era un privilegio que nadie obtenía. Lo llamaron El Príncipe Intocable, y lo fue... hasta que reapareció en su vida una sonrisa que parecía tallada por los dioses.

Kim Namjoon, el muchacho de hoyuelos profundos y pasos olvidados, surgió entre la música de un baile, como si el tiempo se hubiera detenido para contemplarlo. Jin lo miró y el mundo pareció tambalear. Por eso aceptó aquel pequeño baile. Una danza breve, casi trivial... pero suficiente para trastocar su mundo.

El corazón de Seokjin, que nunca había temido el acero ni el fuego, empezó a latir con una nueva fragilidad. Pero Namjoon ya no era solo aquel joven de antaño; ahora le debía su lealtad a otro. A un omega tan poderoso como Jin, príncipe del reino enemigo, con el que Fulgur tejía una guerra teñida de sangre y promesas rotas.

Seokjin era un estratega, un gobernante templado por la lógica y el deber. Amaba a su pueblo con la devoción de un dios antiguo, y por ellos, su corazón siempre había sido un arma.
Pero esa noche... solo por un instante... Seokjin se permitió dudar.
Tal vez, solo tal vez, incluso el príncipe más intocable puede querer tocar.