En la tierra de Ítaca bañada por el sol de Helios, donde las columnas de mármol se alzan orgullosas y el murmullo de lo desconocido se volvía mas audible, tras casi 16 años de la partida de Odiseo a la guerra, casi 6 de no saber nada de su existencia.
En el palacio de Ítaca, situado a las costas del precioso mar, el joven príncipe Telémaco caminaba entre los pasillos de su hogar, con papeles diplomáticos en sus manos camino a sus aposentos. A sus dieciséis años, sus hombros cargaban el peso de un linaje marcado por la ausencia de su padre, el rey desaparecido en aguas lejanas, algunos de los rumores decían que aquel omega ya se encontraba en el inframundo por designio de las moiras, otros tantos aseguraban que segua ahí, vagando por el amplio mar tratando de volver a su patria con los suyos. Su madre, la reina Penélope, se había convertido en el pilar del reino, pero los murmullos en la ágora decían que su tiempo era breve y que un nuevo matrimonio sellaría el destino del reino para bien.
Telémaco, siendo un omega, sabía que su naturaleza era vista con recelo entre la nobleza alfa que dominaba la corte. La fragilidad que se le atribuía no hacía más que aumentar la carga de inseguridad que pesaba sobre él, sobre todo porque su derecho al trono se veía amenazado no solo por la ausencia de su padre, sino también por la necesidad de su madre de un nuevo consorte fuerte que asegurara la estabilidad del reino.
Su gente lo necesita, su reino, su madre, las deciciones entre el corazon y el deber siempre son dificiles, pero asi es la vida, nada es facil, y talvez, la llegada de un principe extrangero pueda agraviar, oh aliviar a nuestro principe