La depresión no avisa, no golpea la puerta... simplemente un día despiertas y todo es gris. Descubres su presencia cuando ya es demasiado tarde, cuando te encuentras parado en el abismo sin saber en qué momento te alejaste tanto de ti mismo. Lo cotidiano se vuelve insoportable: respirar, comer, existir. Levantarte de la cama se siente como cargar el peso de un cuerpo que ya no te pertenece. Y entonces lo entiendes... que la soledad no es un lugar, sino una voz que te acompaña en silencio, día tras día. Estás tan profundo en ese pozo, tan fusionado con la oscuridad, que la idea de buscar la salida se convierte en un recuerdo lejano, casi absurdo.
A veces, el tiempo se detiene sin avisar.
Y en ese silencio, quedan los latidos que nunca se olvidan.
Fedra y Valente vivieron un amor intenso, lleno de secretos y momentos que el reloj quiso guardar.
Pero cuando la ausencia llega, el corazón aprende a latir en otra frecuencia