DISONANCIA.

Dalia cree en el amor. Cree en los silencios incómodos, en las miradas que pinchan y las que no, en los límites bien marcados. Cree en el arte como trinchera, en el sarcasmo como escudo, y su amor por los animales.

Ezequiel no cree en el amor. Cree en el caos, en los errores que se repiten, en mantenerse lejos de todo lo que le importe demasiado. Tiene el alma rota y la lengua filosa, y no tiene tiempo para idiotas... ni para chicas como Dalia.

Quizás lo único en lo común sea su amor por los animales.

Se conocen en el peor momento. Se detestan desde el primer cruce. Pero algo invisible-y jodidamente molesto-los empuja a encontrarse, una y otra vez.

Entre ferias de adopción, noches de playa, heridas que no se ven y secretos que duelen, la tensión entre ellos se transforma en algo que ninguno quiere nombrar.
No es amor.
Es otra cosa.
Una disonancia que los desarma y los une al mismo tiempo.