H del Monte es el seudónimo literario de Horacio Pérez López, escritor cubano-belga nacido en La Habana, en 1959, y actualmente radicado en Bruselas, Bélgica. Ingeniero industrial de formación y desarrollador de software por profesión, se adentra por primera vez en la literatura con una obra de fuerte carga personal y social, escrita a lo largo de siete meses de intensa dedicación.
Su novela nace del deseo urgente de narrar la verdadera atmósfera de represión, corrupción y violencia que ha marcado la vida cotidiana en Cuba, lejos de la imagen idealizada difundida por la propaganda oficial. En ella, lo vivido se convierte en ficción para hacer visible lo silenciado.
Su estilo narrativo -híbrido, introspectivo y simbólico- se construye a través de una voz que oscila entre la crudeza testimonial y la exploración psicológica profunda. Trabaja con recursos como el simbolismo espiritual, los dobles sentidos y la mezcla de tiempos narrativos, en un universo donde el erotismo, la represión, la religión afrocubana, la identidad y la violencia convergen como fuerzas contradictorias en el cuerpo de su protagonista: Eric.
Inspirado por la tradición latinoamericana de autores que no temen descender a los abismos de la psique ni de la historia -como Pedro Juan Gutiérrez, Reinaldo Arenas, Juan Rulfo o Mario Vargas Llosa en sus obras más viscerales-, H del Monte construye una narrativa de gran carga emocional, donde el lector no es un espectador, sino cómplice y testigo.
Su propósito: que el lector sienta en su propia piel lo mismo que vivió Eric, que reconozca la sombra que se cierne sobre quienes han crecido atrapados entre el silencio, el miedo y el deseo de libertad.
Cuando Rowena despertó como la villana transmigrada de una novela que ni siquiera recordaba, consideró que abandonar el Rofan con dignidad debería ser calificado como deporte extremo.
Y, sinceramente, ella no recordaba haber firmado para eso...
Toda fanática del Rofan sueña con despertar dentro de una novela, ¿verdad? Pues bien, el problema para Rowena fue despertar en una novela en lugar de a tiempo para llegar al trabajo.
Peor aún: en el cuerpo de Rowena d'Arvel. Noble, hermosa, rica y... absolutamente odiada por todos.
¿La novela? ¿Un fanfic? ¿Tenía final feliz? ¿A la Rowena original la mataban como a un perro? No tenía idea. Y entre el encierro, el veneno y unos recuerdos que se diluían como arena entre los dedos, sus prioridades cambiaron drásticamente.
Estas eran las nuevas reglas:
• No mendigar amor. Ni de duques fríos, ni de héroes aburridos.
• Salir viva de esta torre. Y si era posible, de esta mansión.
• Y, con mucha suerte, abandonar esta historia ridícula con algo de dignidad. Sin perder la cabeza, literalmente.
Porque la mejor parte de ser la villana, es no tener nada que perder y todo un guion que reescribir.